OUT: Memorias de un Asesino


Hoy inauguro una nueva sección en este blog.

Tener ideas asesinas, ganas de matar ancianitas mientras cruzan la pista o a mujeres embarazadas, no significa que seas un psicópata. Bueno, sí, pero no es mi caso.
Hace un tiempo indagaba sobre el mundo del psicokiller y decidí explorarlo. Escribir algo que puede ser curioso, pero crudo a la vez... quizá las narraciones de un asesino.

Yo no lo soy, creo. Al menos no pienso serlo, respeto la vida humana... aunque muchas veces esta no se merezca tanto aprecio. Quizá somos la única especie que nos afanamos en destruirnos a nosotros mismos.

Como sea, hoy (y algunos otros días) publicaré algunas historias contadas por un asesino a sueldo. Alguien que no mata para robar, alguien a quien le pagan por hacerlo. Un "justiciero" asesino pagado.

En fin, basta de chácharas, ¿quieres conocer a este tipo? Probablemente llegar a odiarlo, o a sentir cierto aprecio, qué se yo. Solo lee y estremécete, ríe, o simplemente: dale clic al boton con la X que está arriba.

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Me han encargado un asesinato. Una vieja odiosa que vive en un barrio movido. Drogadicta, alcohólica y prostituta en un bar. Solo sé dónde localizarla. Entre menos sepa de la víctima, mejor. No quiero terminar encariñándome con alguna o descubriendo que es mi hermano perdido. Aveces la ignorancia es lo mejor.

Últimamente no le he dado mucha importancia a las formas en que mataré. Quizá me estoy volviendo viejo, o esto ya me está aburriendo. Debo ser creativo, pero hoy no, solo la estrangularé. Hablando así hasta yo mismo me doy miedo, pero en estos casos hay que ser crudos. Sabiendo lo que tu víctima ha hecho, las cosas se vuelven mas fáciles. Quizá hasta disfrute viéndola como patalea como un pavo. Espero que no.

Toco la puerta. Soy un vendedor de seguros (cierto, mi creatividad está en crisis). La mujer tiene un feo maquillaje barato. De lejos se nota que es una cualquiera. Me deja pasar y camina torpemente en un fallido intento de sensualidad. Lo que me faltaba, quiere coquetearme.

Empieza a hablar, hablar y hablar. La lengua no le para. Su voz chillona me irrita, presumo que tiene una enorme fama de ser insoportable. Eliminarla no me será muy difícil.

No soporto más, saco una cuerda de mi bolsillo y me lanzo hacia su cuello.
Tendrá unos 50 años pero es robusta y muy fuerte, intenta resistirse. Lo está logrando, creo que debo dormir mas y desayunar bien antes de hacer esto.
Se quita la cuerda luego de golpearme en el estómago. Creo que lo del estrangulamiento con una soga fue mala idea, pero no puedo decirle que lo dejamos para mañana.
La maldita en vez de correr, se tira sobre mí y me araña el rostro. Trato de impedirlo, pero ella ya se ha vuelto un animal salvaje.

Le sujeto las manos y la tumbo contra el suelo, se golpea la cabeza al caer.

Iba a hacerlo rápido, pero ahora te va a doler. Vas a morir. le digo.
¿Pero quién diablos eres? balbucea. ¡Nunca más vuelvo a comprar sus seguros! ¡Sus métodos no me gustan!
No vas a necesitar mas seguros, perra. es lo ultimo que dije antes de que ella intente golpearme la cara como una loca poseída por el diablo.

Afortunadamente mis brazos son más largos que los suyos y los puñetazos no llegan a su destino.
Estúpidamente vuelvo a probar suerte con la cuerda. Se oyen pasos acercándose.

Jalo a la mujer e intento ponerla de pie. Antes de que grite le tapo la boca. Lo que esperaba, intenta morderme. Un buen golpe en la cabeza la mantendrá tranquila por unos segundos, reflexiono por unos momentos y me pregunto cómo es que no pensé en ello antes.
Nos metemos en un armario y cierro la puerta. Santas termitas, por un agujero puedo ver la sala.
Un niño baja las escaleras y mira a su alrededor. Maldita seapienso, la zorra tiene un hijo.

¿Tía? ¡¿Tía, donde estás?!

No es su hijo. Es un alivio.

Dile que estás en el baño... O te mato a ti y al niño, y no seré tan amable con él. le amenazo al oído a la mujer.
–¡E-estoy en el baño! Largo de aquí! Su aliento apesta a tabaco y alcohol rancio. Cada vez esta mujer me dá más asco. Perdón, esto no puede ser una mujer.

El niño se va.

¿Por qué me haces esto? Lloriquea, mientras aprieto mas la cuerda.
No estás en posición de preguntar nada... Pero de todas formas te responderé. Porque eres una sucia prostituta que NO le dice a sus clientes que tiene SIDA.
Oh por Dios... Oye, si te contagié, yo...
No, a mí no. Contigo jamás, ni ebrio. Le jodiste la vida al que me pagó para hacerte esto.
¿Q-qué? ¡¡Maldito hijo de...!!
TRACK.
Le rompo el cuello antes de que siga hablando estupideces. Lástima que fueron sus últimas palabras.

Abro la puerta del armario. La mujer apenas ha muerto y ya apesta a desagüe.
Salgo y cierro la puerta antes de que él niño de unos 9 años, que estaba parado de espaldas hacia mí, vea algo.

¿Quién es usted?- Me pregunta asustado.
Oh, yo... busco a tu tía.
Ella no está.
Sí, ya me dí cuenta, será mejor que regrese luego.
Sí, a ella no le gusta que deje entrar gente a la casa. Váyase antes de que se dé cuenta y me grite o golpee. Dice que los vendedores, los testigos de Jehová y los cobradores son una plaga...

Me voy, no sin antes colocar un pequeño trapo en la cerradura de la puerta antes de cerrar, así poder regresar y sacar el cuerpo. No hay sangre, eso es bueno. Ya los padres se encargarán del niño, al menos la tía fue una desgraciada con él.

Con un cadáver en la maletera, recorro trescientos kilómetros en busca de unos altos hornos, el mejor invento del hombre para eliminar cualquier evidencia. Al encontrarlos, y sortearme entre la ínfima seguridad, subo las escaleras hasta la boca de una enorme cubeta en cuyo interior el hierro se funde como en un volcán. El ruido de la cabeza de mi victima rebotando en cada uno de los peldaños me pone nervioso.

No eres digna ni para los gusanos... Siempre me gusta decir algo antes de arrojar al horno un cuerpo inservible. Mandar al diablo un alma podrida.

El cadáver es consumido por las llamas. Misión cumplida.

Me retiro de ahí. Terminó mi jornada.