OUT: Memorias de un Asesino II



Me hallo en una plaza. No hay mucha gente, pero sí la suficiente para pasar desapercibido.

Quedé en encontrarme con un sujeto en este lugar. No lo conozco, solo sé que requiere de los servicios de un sicario. Vaya, sicario, ¿mi madre estaría orgullosa de mi actual empleo?

Sentado en una banca mientras espero, hay frente a mí una familia mirando las galerías. Una pareja de esposos y una niña, todos saboreando un helado y riendo. Los observo detenidamente, y pierdo la noción del tiempo viendo la sonrisa de aquella pequeña.

Interrumpiendo mi letargo, un hombre con abrigo se me acerca, está mirando nervioso a todos lados. Debe ser él.

Me ve, sus ojos se deslizan hasta mi muñeca donde tengo un reloj azul metálico. Se sienta en la misma banca junto a mí.

–Disculpe, ¿Qué hora es? –me pregunta.

–Hora de negociar. –le respondo sin retirar la mirada de la familia que está enfrente.

–Oh. Es usted… bien, ehm… ¿podemos hablar de esto en otra parte?

–Aquí está bien. –le digo, mi voz es seca y carezco de expresión alguna en el rostro.

Desgloso el periódico que tengo en el bolsillo de mi chaqueta y lo sacudo antes de colocarlo firme delante de mí.

–Bien… yo… soy Fr…

–Sin nombres. – le corto.

–Bien, bien… Ehm, sin rodeos, verá… Es mi hija. Hace 2 semanas murió a manos de un bastardo, Edward Hayes, un contacto me lo dijo, él la… –el sujeto hace una pausa, esforzándose para no quebrarse, y toma aire –… la violó y asesinó. Encontraron su pequeño cuerpo en el Lago Sobs... Y hasta ahora ese hijo de perra sigue libre.

–¿Hayes? –pregunto, pensando en voz alta, tratando de recordar dónde es que he oido ese nombre antes. ¿No fueron los hermanos Hayes los sospechosos de haber violado y matado, no siempre en ese orden, a 10 niñas? –¿Los hermanos Hayes?

–Los mismos. Y la policía no hace nada, no encontraron evidencia que los delatara… y por la ausencia de esas malditas pruebas, mi hija fue la siguiente víctima. Además, a la policía ya no le importa ayudar a un ex presidiario como yo. Como le digo, una fuente me confesó que fue Hayes, y si pudiera, lo mataría con mis propias manos, no me importa largarme al infierno con tal de hacer justicia por mi hija. Pero… tengo libertad condicional y si cometo el más mínimo delito o algo sospechoso, me regresan a la cárcel de por vida. –el hombre baja la mirada. –Y no puedo darme ese lujo, aún tengo dos pequeños hijos que cuidar, saber que alguien me necesita y dependen de mí me devuelve las ganas de vivir. Mis hijos lo son todo y no puedo alejarme de ellos. Quiero verlos crecer, algo que ya no podré hacer con mi hija, porque me la arrebataron sin piedad… –sus ojos están cristalizados.

El hombre me pide que averigüe y busque al asesino. Me adelanta parte del pago en un sobre que guardo en un bolsillo interior de mi abrigo. Tiro el periódico a un tacho de basura y me voy de ahí.

***

Pasado unos días y después de hablar con algunos contactos logro localizar a Hayes. Los que lo vieron dicen que de noche frecuenta una carretera, muy cerca del lago Sobs. Iré allá todas las noches si es necesario hasta encontrarlo.

Preparo algunas cosas en un maletín y me voy al lago a eso de las 4 de la tarde. El lago es algo tétrico a pesar de que los rayos solares naranjas flotan en el aire junto a una densa neblina. En una parte de la orilla hay un pequeño muelle, al otro lado del lago hay una casa de madera abandonada entre árboles y maleza. Todo el escenario está totalmente en silencio.

Tomo una foto. Es difícil pensar que posiblemente a esas aguas fueron arrojados cuerpos de niñas asesinadas, aunque las autoridades nunca encontraron nada. A pesar de ello, testigos me dijeron que efectivamente había cuerpos ahí dentro antes de que la policía inspeccionara, aseguran haber visualizado retazos de vestidos flotando en esa siniestra masa de agua.

Luego de inspeccionar el lugar y hacer unos ajustes, retorno a mi apartamento. Regresaré esta noche.

***

Llegó la noche y hace un frío terrible. Ya estoy en el lago, sentado, oculto entre los arbustos. El lugar está totalmente deshabitado, solo me queda esperar a que Hayes se asome por acá. Es extraño, hay una luz encendida en la casa que creía abandonada, quizá luego eche un vistazo por ahí si encuentro la manera de cruzar.

Mi mente divaga mientras observo la luna llena iluminando el cielo y reflejándose en el agua inmóvil. Sin embargo, el lugar sigue siendo tenebroso y hasta me causa cierta sensación rara en el estomago. La neblina sigue vagando por el lago.

Vaya, es mi día de suerte. Luego de una hora y media de espera, aparece una persona en el lugar. Me mantengo callado, el ambiente es tan silencioso que el más mínimo ruido de una ramita quebrándose puede oírse a metros de distancia.
Ahora lo distingo mejor, es un hombre. Tiene una camisa negra con las mangas recogidas y un jean, parece ser insensible al frío. Camina cuidadosamente como un gato a la orilla del lago, observa la luna por unos segundos y baja la vista, su mirada se pierde en el fondo del lago.

Me acerco con mucho cuidado al pequeño muelle, parece que no me ha escuchado. Evito un par de tablas, me detengo al extremo final y le hablo.

–Hola.

Mi mirada está fija en el lago. El hombre se sorprende y gira la cabeza rápidamente hacia mí guiado por el inesperado sonido de mi voz. Por el rabillo del ojo logro distinguir su rostro. Es él.

Abre la boca pero no emite ningún sonido.

–Es curioso que vengas tan seguido a este lugar. ¿Algo especial? –digo.

–¿Quién eres tú? –me dice, su voz se nota ligeramente molesta.

–¿Algún secreto? –continúo. Sus ojos se entrecierran tratando de identificarme, viene hacia mí.

–¿Quién-eres-tú? –Su voz se va elevando más conforme se acerca al muelle.

–¿Acaso ocultas algo?

–¡¿Quien demonios eres?! –ahora está gritando. Se está acercando.

–Creo que estas confundiendo papeles, ¿Quién es en realidad el demonio acá? –Giro la cabeza y ahora le miro a los ojos, le sigo con la mirada.

–¡¿Q-qué mierda haces aquí?!

–La pregunta es ¿Qué mierda haces TÚ aquí? –Mi voz es más desafiante, mi pulso aumenta.

Tengo frente a mí a un maldito pederasta y asesino. Escoria.

–¿Qué es lo que has hecho en este lugar, Hayes? –El sujeto se detiene en seco. Sus ojos se abren, los labios le tiemblan.

–¿Co-cómo sabes... mi nombre? –susurra paralizado.

–Oh, eso no importa. Lo que importa es que sé lo que le has estado haciendo a todas esas niñas inocentes. Sé que en este lago tiraste los cadáveres de todas tus víctimas. –Trato de mantener un tono calmado, Hayes presiona los dientes con fuerza. Sus ojos me miran llenos de ira.

–Sé que eres un completo hijo de p… –no termino la frase. Hayes ha sacado un cuchillo de su bolsillo, lo empuña fuertemente. Está ya en la orilla del muelle, casi parado encima de él. Se acerca amenazadoramente.

–Tira eso y lárgate de aquí –le digo con serenidad.

Mis ojos están fijos en los de Hayes, pero no puedo evitar distraerme con el brillo de la hoja metálica de ese puñal. No tengo ningún arma, solo advertencias.

–Aléjate. No te acerques más.

Retrocedo lentamente hasta el borde del muelle. El tipo ignora mis órdenes. Está a centímetros de mí. Puedo percibir su apestoso olor a demonio.

Sigue acercándose, mi corazón late acelerado. Una comezón recorre mi frente y espalda, estoy transpirando.

Está tan cerca que puedo oír su agitada respiración, hay una chispa de violencia en sus ojos. Veo sus amarillentos y amenazadores dientes muy cerca de mi rostro. El cuchillo, eleva el cuchillo apuntándome.

¡CRASH!

Dos tablas del viejo muelle se quiebran bajo sus pies. Hayes cae bruscamente al lago golpeándose la cabeza con las demás tablas que aún permanecen firmes en el muelle provocando que su cráneo suene de una manera horrible y dolorosa.

Trozos de madera flotan junto a Hayes en el agua helada. No está muerto, pero lo estará. Desangrado o por hipotermia, el estiércol morirá.

-Te lo advertí. Te dije que te fueras. Pero tu instinto asesino provocó que ahora estés sangrando con el cráneo y una pierna rota y astillada en el mismo lago donde le jodiste la vida a un grupo de niñas. Que irónico, ¿no? Morir en el mismo lugar que tus víctim…”
Una explosión retumba por los árboles hasta el lago. Caigo con violencia al agua.

El agua está gélida, el frío y el dolor se incrustan inmediatamente de todo mi cuerpo como cuchillos. Un insoportable dolor horada mi pierna derecha, está herida. Me han disparado.


De entre los arbustos sale un hombre corriendo hacia el lago, hacia mí. Tiene una pistola aún humeante en la mano.

El hombre grita y empieza a disparar desesperadamente al agua, cerca de donde estoy. Las balas explotan en el agua muy cerca de mí. Desesperado trato de sumergirme y bucear fuera del alcance del bombardeo.

El hombre deja de disparar por unos segundos para correr al muelle, se horroriza al ver el cuerpo inconsciente de Edward Hayes. Grita al aire maldiciendo y buscándome desesperadamente con furia en el agua, tratando de buscar alguna señal de que aún no me ha arrebatado la vida.

Se agacha con cautela hacia el cuerpo flotante de Hayes para ver si aún le queda un último aliento. Inmediatamente salgo del agua donde estaba sumergido, tomo el pie izquierdo del sujeto y tiro con fuerza hasta tumbarlo al agua, lanza un alarido que es ahogado por el chapuzón del agua al caer en ella.

El agua en su garganta y fosas nasales me dará algo de tiempo, trato de subir al muelle, alzó mi pierna izquierda y me aferro a los tablones, mi pierna derecha está colgando inerte, como si ya no formara parte de mí, aún me late del dolor insoportable causado por el impacto de una bala, y a pesar de la baja temperatura del agua, siento un liquido tibio recorrer mi pierna herida. Es sangre.

Una vez arriba, intento ponerme de pie, tengo que irme de ahí. Seguramente algunos pobladores de la zona han escuchado los disparos y la policía no tarda en llegar.

Hago un enorme esfuerzo por tratar de correr con la pierna malherida hacia los árboles, escucho otro estallido muy cerca. Un chorro de sangre me salpica a la cara, el bastardo me ha disparado en el hombro mientras le daba la espalda tratando de escapar. Caigo de bruces, la bala me ha traspasado el hombro.

Me retuerzo de dolor y escucho unos gruñidos que vienen hacia mí, el tipo está totalmente enloquecido con un arma en la mano.

Diablos, sabía que no podía enfrentarme a este inoportuno sujeto, solo tenía un plan para acabar con Hayes, no con otro metiche. Además, él tiene un arma, yo no. Bien me dijo mi maestra de primaria, nunca salgas de casa sin una semi-automática.

El hombre se detiene frente a mí, está agitado y respirando como un toro. Me apunta con la pistola mientras yo me quedo mirándola fijamente y temblando de frío y dolor. Se acabó.

Presiona lentamente el gatillo, quiere que muera de un infarto antes que con la propia bala penetrando mi cráneo.

Un sonido seco.

Es lo único que salió de esa pistola. El hombre abre más los ojos, presiona varias veces el gatillo. Ya no hay balas.

La respiración me regresa, pero por pocos segundos. El sujeto explota en ira, tira el arma y con un fuerte grito de animal se lanza hacia mí, me sujeta de la chaqueta y con fuerza sobrehumana me lanza muy cerca a la orilla del lago.

Caigo sobre mi hombro herido. Dolor, no lo soporto. Una mano me toma del cuello y otro puño viene hacia mi rostro. Logro esquivarlo y me suelto golpeándole fuertemente en el pómulo, tumbándolo al suelo. No tengo tiempo de luchar con él, es enorme y me tomará tiempo enfrentarlo, y tiempo es lo que menos tengo. Me pongo de pie y retomo mi salida de ese lugar.

–¡¡MATASTE A MI HERMANO!! –me grita jalándome de los pies y haciéndome caer.

¿Su hermano? ¿Es el hermano de Edward Hayes? Genial, me topé con los Jonas Brothers pederastas.

El tipo no está dispuesto a dejarme ir con vida así que lo único que me queda es luchar por ella. Puños vienen, puños van. Yo lo golpeo, él trata de patearme mientras hilos de sangre y moretones adornan su cara.

-¡MALDITO INFELIZ! ¿¡Qué demonios le hiciste a David!?- grita mientras tira un puñetazo fallido.

Ese nombre me paraliza. ¿David? ¿El hombre muerto en el agua es David? Entonces quién diantres es… diablos, Edward, el maldito violador está frente a mí, con vida. Iba a dejar atrás a quien realmente tenía que matar.

Mientras estoy en una especie de shock, siento que me elevo por los aires. Edward me lanza hacia el muelle, muy cerca del agujero donde había caído su hermano.

Por el sonido y el impactante dolor, percibo que un par de costillas se me han roto. Edward viene apresurado hacia mí. Estoy prácticamente inmóvil. He estado en situaciones peores, definitivamente me estoy haciendo viejo. No moriré a manos de un idiota.

Estoy tumbado en el muelle, Hayes está a un metro de mí antes de saltar y acabarme. Con un rápido movimiento, y antes de que logre lanzarse encima mío, le clavo un cuchillo en el antebrazo. Los aullidos de dolor chocan y retumban entre los árboles.

Cae de rodillas haciendo rugir las tablas del muelle y apretando su antebrazo izquierdo con la mano derecha.

Giro y me incorporo lentamente de espaldas a él, en mi mano derecha sostengo con fuerza el puñal ensangrentado con que lo herí. Exactamente el mismo puñal con el que su hermano trató de matarme y que gracias al cielo cayó en el muelle lo suficientemente cerca de mí como para poder tomarlo y clavárselo a Hayes.

Muy despacio, elevo el cuchillo con manchas sanguíneas, estudiándolo, observando su brillo asesino, analizándolo siniestramente mientras oigo los gimoteos de un cerdo malherido detrás de mí.

Me percato de un movimiento a mis espaldas, Hayes se pone de pie dispuesto a terminar conmigo, volteo rápidamente en círculo sosteniendo el cuchillo y de un tajo le desgarro la camisa y el pecho. La sangre me salpica al rostro, enfundado en ira y limpiando mi mejilla con la manga de mi chaqueta, golpeo su cara con tanta fuerza hasta tumbarlo nuevamente.

Ahora soy yo el que amenaza su vida, soy yo el que está de pie con un arma frente a él, ahora soy yo la bestia.

-M-maldito-hijo-de per…

Me lanzo sobre él como un león sobre su presa, clavando el cuchillo en su estómago. Lanza un grito ahogado y sus ojos desorbitados e inyectados de sangre me miran, mientras yo tengo la mirada fija en él. Sus manos torpemente tratan de sostenerme los brazos.

Arranco el cuchillo seguido de chispas de sangre escarlata que brillan con la luz de la luna. Los ojos del sujeto están consternados. Recuerdo a cada segundo que es un maldito violador. Vuelvo a incrustar el cuchillo con más rabia que antes. Siento como una sustancia tibia recorre mi mano como una serpiente. Su sangre inmunda.

Elevo el cuchillo, hilos de sangre se elevan, la luna llena sobre mí recrea una terrorífica escena, vuelvo a atacar.

El puñal viene y va. Penetra y desgarra. Elimina.

Continúo apuñalándolo, poseído por la rabia y la repulsión. Sus lamentos sofocados hacen que frente a mis ojos destellen pequeños fragmentos de insoportables escenas, niñas rogando por sus vidas, niñas desesperadas, asustadas, heridas, abusadas, muertas.
Diez niñas, la inocencia de 10 niñas aniquilada en sus putrefactas manos, y Dios sabe cuántas más.
Me pregunto, ¿este excremento sintió compasión o cierto remordimiento al mostrarles el infierno a esas inocentes criaturas? No lo creo, noto como la cólera que arde en mi interior fluye cada vez que siento el metal lacerando su piel, desgarrando músculos y tendones, destruyéndolo.

Ahora soy yo la bestia.

Y aquel que se convierte en bestia, se libera del dolor de ser hombre.