132 Primaveras.



Monólogo de una Muerte Anunciada.


—Papá, ¿cómo se fue el abuelo?
—Un día, dejando todo atrás, decidió sentarse en aquel muelle donde solía estar junto a tu abuela, frente al mar cuya marea finalmente acogería sus cenizas. La noción del tiempo se desvaneció a su alrededor, mientras él observaba las olas, tratando de descifrar algún mensaje oculto o recuerdo entre ellas. Pasaron los días, y la piedad llegó al llamado de su alma adolorida, convirtiéndolo en una garza. Y voló hacia el horizonte, voló hasta que se le marchitaran las alas, voló aferrándose a la esperanza de reencontrarse nuevamente con ella.
—Papá, ¿por qué muere la gente?
—Las personas mueren por exceso de felicidad, o porque simplemente las despojaron de ella. Supongo que a Dios no le gusta ver gente muy feliz, al menos no en esta Tierra. Al encontrar tu verdadera felicidad, ya no tiene sentido seguir sobreviviendo en este mundo, es hora de partir al cielo, nuevamente. O en caso contrario, al perder la razón de seguir existiendo, al ser sobrecargados de un coloso dolor devastador, el corazón dice basta, y el cuerpo obedece.
-Papá… ¿Por qué murió mamá?
-No lo sé. Sospecho que Dios no podía permitir que tan maravillosa creación suya genere mucho más gozo en alguien que Él mismo en este mundo. Es por eso que la retornó a su lado, a donde siempre perteneció.
—¿Dios es malo?
—No hijo, no lo es. Sólo que no le agrada que sus más grandes y bellas obras sean contaminadas en este nebuloso lugar. Es por eso que muchas personas asombrosas, ya no están entre nosotros.
—Papi, ¿morirás como el abuelo?
—No lo creo. Cada uno tiene su propio destino y final. Día tras día, estaré sentado en esta banca donde tu madre, tú y yo solíamos estar, bajo las hojas naranjas y secas de este árbol. Viendo las silenciosas crestas del mar, mirando hacia el muelle donde vi por última vez a tu abuelo. Preguntándome cuánto dolor puede soportar un simple mortal. Luego de haber llorado la última gota de sangre que de mi cuerpo pueda brotar. Luego de dejar a mi paso ríos de lágrimas con sabor a dolor. La neblina y el vapor del bosque rodearán mi cuerpo hasta consumirme. Y llevará consigo el amor que les tengo, para generar 132 primaveras, y la agonía que fue apagando mi vida quedará entre grises nubes, formando violentas tormentas, rodeando el mundo, recordándole a la gente que la felicidad absoluta nunca dura mucho en esta Tierra.
—Yo siempre estaré a tu lado, papá.
—Lo sé, hijo, lo sé.
—Te amo.
—Y yo ti. Los amo más de lo que a cualquier hombre le es permitido.

Dos lágrimas cayeron entre las hojas derrotadas sobre el gras. Atrás, la niebla y la brisa agitaban las ramas, recordándole que el rio de dolor estaba por llegar a su final.
—Te amo, papi—fue lo último que la brisa vocalizó antes de desvanecerse nuevamente entre el bosque. Dejando al hombre solo una vez más, sentado en la banca, como lo venía haciendo desde hace ya bastante tiempo. Con una única esperanza, que llegue el día de su ansiado final. Dejar atrás aquel lugar, y reecontrarse con ellos.

R.

OUT: Memorias de un Asesino II



Me hallo en una plaza. No hay mucha gente, pero sí la suficiente para pasar desapercibido.

Quedé en encontrarme con un sujeto en este lugar. No lo conozco, solo sé que requiere de los servicios de un sicario. Vaya, sicario, ¿mi madre estaría orgullosa de mi actual empleo?

Sentado en una banca mientras espero, hay frente a mí una familia mirando las galerías. Una pareja de esposos y una niña, todos saboreando un helado y riendo. Los observo detenidamente, y pierdo la noción del tiempo viendo la sonrisa de aquella pequeña.

Interrumpiendo mi letargo, un hombre con abrigo se me acerca, está mirando nervioso a todos lados. Debe ser él.

Me ve, sus ojos se deslizan hasta mi muñeca donde tengo un reloj azul metálico. Se sienta en la misma banca junto a mí.

–Disculpe, ¿Qué hora es? –me pregunta.

–Hora de negociar. –le respondo sin retirar la mirada de la familia que está enfrente.

–Oh. Es usted… bien, ehm… ¿podemos hablar de esto en otra parte?

–Aquí está bien. –le digo, mi voz es seca y carezco de expresión alguna en el rostro.

Desgloso el periódico que tengo en el bolsillo de mi chaqueta y lo sacudo antes de colocarlo firme delante de mí.

–Bien… yo… soy Fr…

–Sin nombres. – le corto.

–Bien, bien… Ehm, sin rodeos, verá… Es mi hija. Hace 2 semanas murió a manos de un bastardo, Edward Hayes, un contacto me lo dijo, él la… –el sujeto hace una pausa, esforzándose para no quebrarse, y toma aire –… la violó y asesinó. Encontraron su pequeño cuerpo en el Lago Sobs... Y hasta ahora ese hijo de perra sigue libre.

–¿Hayes? –pregunto, pensando en voz alta, tratando de recordar dónde es que he oido ese nombre antes. ¿No fueron los hermanos Hayes los sospechosos de haber violado y matado, no siempre en ese orden, a 10 niñas? –¿Los hermanos Hayes?

–Los mismos. Y la policía no hace nada, no encontraron evidencia que los delatara… y por la ausencia de esas malditas pruebas, mi hija fue la siguiente víctima. Además, a la policía ya no le importa ayudar a un ex presidiario como yo. Como le digo, una fuente me confesó que fue Hayes, y si pudiera, lo mataría con mis propias manos, no me importa largarme al infierno con tal de hacer justicia por mi hija. Pero… tengo libertad condicional y si cometo el más mínimo delito o algo sospechoso, me regresan a la cárcel de por vida. –el hombre baja la mirada. –Y no puedo darme ese lujo, aún tengo dos pequeños hijos que cuidar, saber que alguien me necesita y dependen de mí me devuelve las ganas de vivir. Mis hijos lo son todo y no puedo alejarme de ellos. Quiero verlos crecer, algo que ya no podré hacer con mi hija, porque me la arrebataron sin piedad… –sus ojos están cristalizados.

El hombre me pide que averigüe y busque al asesino. Me adelanta parte del pago en un sobre que guardo en un bolsillo interior de mi abrigo. Tiro el periódico a un tacho de basura y me voy de ahí.

***

Pasado unos días y después de hablar con algunos contactos logro localizar a Hayes. Los que lo vieron dicen que de noche frecuenta una carretera, muy cerca del lago Sobs. Iré allá todas las noches si es necesario hasta encontrarlo.

Preparo algunas cosas en un maletín y me voy al lago a eso de las 4 de la tarde. El lago es algo tétrico a pesar de que los rayos solares naranjas flotan en el aire junto a una densa neblina. En una parte de la orilla hay un pequeño muelle, al otro lado del lago hay una casa de madera abandonada entre árboles y maleza. Todo el escenario está totalmente en silencio.

Tomo una foto. Es difícil pensar que posiblemente a esas aguas fueron arrojados cuerpos de niñas asesinadas, aunque las autoridades nunca encontraron nada. A pesar de ello, testigos me dijeron que efectivamente había cuerpos ahí dentro antes de que la policía inspeccionara, aseguran haber visualizado retazos de vestidos flotando en esa siniestra masa de agua.

Luego de inspeccionar el lugar y hacer unos ajustes, retorno a mi apartamento. Regresaré esta noche.

***

Llegó la noche y hace un frío terrible. Ya estoy en el lago, sentado, oculto entre los arbustos. El lugar está totalmente deshabitado, solo me queda esperar a que Hayes se asome por acá. Es extraño, hay una luz encendida en la casa que creía abandonada, quizá luego eche un vistazo por ahí si encuentro la manera de cruzar.

Mi mente divaga mientras observo la luna llena iluminando el cielo y reflejándose en el agua inmóvil. Sin embargo, el lugar sigue siendo tenebroso y hasta me causa cierta sensación rara en el estomago. La neblina sigue vagando por el lago.

Vaya, es mi día de suerte. Luego de una hora y media de espera, aparece una persona en el lugar. Me mantengo callado, el ambiente es tan silencioso que el más mínimo ruido de una ramita quebrándose puede oírse a metros de distancia.
Ahora lo distingo mejor, es un hombre. Tiene una camisa negra con las mangas recogidas y un jean, parece ser insensible al frío. Camina cuidadosamente como un gato a la orilla del lago, observa la luna por unos segundos y baja la vista, su mirada se pierde en el fondo del lago.

Me acerco con mucho cuidado al pequeño muelle, parece que no me ha escuchado. Evito un par de tablas, me detengo al extremo final y le hablo.

–Hola.

Mi mirada está fija en el lago. El hombre se sorprende y gira la cabeza rápidamente hacia mí guiado por el inesperado sonido de mi voz. Por el rabillo del ojo logro distinguir su rostro. Es él.

Abre la boca pero no emite ningún sonido.

–Es curioso que vengas tan seguido a este lugar. ¿Algo especial? –digo.

–¿Quién eres tú? –me dice, su voz se nota ligeramente molesta.

–¿Algún secreto? –continúo. Sus ojos se entrecierran tratando de identificarme, viene hacia mí.

–¿Quién-eres-tú? –Su voz se va elevando más conforme se acerca al muelle.

–¿Acaso ocultas algo?

–¡¿Quien demonios eres?! –ahora está gritando. Se está acercando.

–Creo que estas confundiendo papeles, ¿Quién es en realidad el demonio acá? –Giro la cabeza y ahora le miro a los ojos, le sigo con la mirada.

–¡¿Q-qué mierda haces aquí?!

–La pregunta es ¿Qué mierda haces TÚ aquí? –Mi voz es más desafiante, mi pulso aumenta.

Tengo frente a mí a un maldito pederasta y asesino. Escoria.

–¿Qué es lo que has hecho en este lugar, Hayes? –El sujeto se detiene en seco. Sus ojos se abren, los labios le tiemblan.

–¿Co-cómo sabes... mi nombre? –susurra paralizado.

–Oh, eso no importa. Lo que importa es que sé lo que le has estado haciendo a todas esas niñas inocentes. Sé que en este lago tiraste los cadáveres de todas tus víctimas. –Trato de mantener un tono calmado, Hayes presiona los dientes con fuerza. Sus ojos me miran llenos de ira.

–Sé que eres un completo hijo de p… –no termino la frase. Hayes ha sacado un cuchillo de su bolsillo, lo empuña fuertemente. Está ya en la orilla del muelle, casi parado encima de él. Se acerca amenazadoramente.

–Tira eso y lárgate de aquí –le digo con serenidad.

Mis ojos están fijos en los de Hayes, pero no puedo evitar distraerme con el brillo de la hoja metálica de ese puñal. No tengo ningún arma, solo advertencias.

–Aléjate. No te acerques más.

Retrocedo lentamente hasta el borde del muelle. El tipo ignora mis órdenes. Está a centímetros de mí. Puedo percibir su apestoso olor a demonio.

Sigue acercándose, mi corazón late acelerado. Una comezón recorre mi frente y espalda, estoy transpirando.

Está tan cerca que puedo oír su agitada respiración, hay una chispa de violencia en sus ojos. Veo sus amarillentos y amenazadores dientes muy cerca de mi rostro. El cuchillo, eleva el cuchillo apuntándome.

¡CRASH!

Dos tablas del viejo muelle se quiebran bajo sus pies. Hayes cae bruscamente al lago golpeándose la cabeza con las demás tablas que aún permanecen firmes en el muelle provocando que su cráneo suene de una manera horrible y dolorosa.

Trozos de madera flotan junto a Hayes en el agua helada. No está muerto, pero lo estará. Desangrado o por hipotermia, el estiércol morirá.

-Te lo advertí. Te dije que te fueras. Pero tu instinto asesino provocó que ahora estés sangrando con el cráneo y una pierna rota y astillada en el mismo lago donde le jodiste la vida a un grupo de niñas. Que irónico, ¿no? Morir en el mismo lugar que tus víctim…”
Una explosión retumba por los árboles hasta el lago. Caigo con violencia al agua.

El agua está gélida, el frío y el dolor se incrustan inmediatamente de todo mi cuerpo como cuchillos. Un insoportable dolor horada mi pierna derecha, está herida. Me han disparado.


De entre los arbustos sale un hombre corriendo hacia el lago, hacia mí. Tiene una pistola aún humeante en la mano.

El hombre grita y empieza a disparar desesperadamente al agua, cerca de donde estoy. Las balas explotan en el agua muy cerca de mí. Desesperado trato de sumergirme y bucear fuera del alcance del bombardeo.

El hombre deja de disparar por unos segundos para correr al muelle, se horroriza al ver el cuerpo inconsciente de Edward Hayes. Grita al aire maldiciendo y buscándome desesperadamente con furia en el agua, tratando de buscar alguna señal de que aún no me ha arrebatado la vida.

Se agacha con cautela hacia el cuerpo flotante de Hayes para ver si aún le queda un último aliento. Inmediatamente salgo del agua donde estaba sumergido, tomo el pie izquierdo del sujeto y tiro con fuerza hasta tumbarlo al agua, lanza un alarido que es ahogado por el chapuzón del agua al caer en ella.

El agua en su garganta y fosas nasales me dará algo de tiempo, trato de subir al muelle, alzó mi pierna izquierda y me aferro a los tablones, mi pierna derecha está colgando inerte, como si ya no formara parte de mí, aún me late del dolor insoportable causado por el impacto de una bala, y a pesar de la baja temperatura del agua, siento un liquido tibio recorrer mi pierna herida. Es sangre.

Una vez arriba, intento ponerme de pie, tengo que irme de ahí. Seguramente algunos pobladores de la zona han escuchado los disparos y la policía no tarda en llegar.

Hago un enorme esfuerzo por tratar de correr con la pierna malherida hacia los árboles, escucho otro estallido muy cerca. Un chorro de sangre me salpica a la cara, el bastardo me ha disparado en el hombro mientras le daba la espalda tratando de escapar. Caigo de bruces, la bala me ha traspasado el hombro.

Me retuerzo de dolor y escucho unos gruñidos que vienen hacia mí, el tipo está totalmente enloquecido con un arma en la mano.

Diablos, sabía que no podía enfrentarme a este inoportuno sujeto, solo tenía un plan para acabar con Hayes, no con otro metiche. Además, él tiene un arma, yo no. Bien me dijo mi maestra de primaria, nunca salgas de casa sin una semi-automática.

El hombre se detiene frente a mí, está agitado y respirando como un toro. Me apunta con la pistola mientras yo me quedo mirándola fijamente y temblando de frío y dolor. Se acabó.

Presiona lentamente el gatillo, quiere que muera de un infarto antes que con la propia bala penetrando mi cráneo.

Un sonido seco.

Es lo único que salió de esa pistola. El hombre abre más los ojos, presiona varias veces el gatillo. Ya no hay balas.

La respiración me regresa, pero por pocos segundos. El sujeto explota en ira, tira el arma y con un fuerte grito de animal se lanza hacia mí, me sujeta de la chaqueta y con fuerza sobrehumana me lanza muy cerca a la orilla del lago.

Caigo sobre mi hombro herido. Dolor, no lo soporto. Una mano me toma del cuello y otro puño viene hacia mi rostro. Logro esquivarlo y me suelto golpeándole fuertemente en el pómulo, tumbándolo al suelo. No tengo tiempo de luchar con él, es enorme y me tomará tiempo enfrentarlo, y tiempo es lo que menos tengo. Me pongo de pie y retomo mi salida de ese lugar.

–¡¡MATASTE A MI HERMANO!! –me grita jalándome de los pies y haciéndome caer.

¿Su hermano? ¿Es el hermano de Edward Hayes? Genial, me topé con los Jonas Brothers pederastas.

El tipo no está dispuesto a dejarme ir con vida así que lo único que me queda es luchar por ella. Puños vienen, puños van. Yo lo golpeo, él trata de patearme mientras hilos de sangre y moretones adornan su cara.

-¡MALDITO INFELIZ! ¿¡Qué demonios le hiciste a David!?- grita mientras tira un puñetazo fallido.

Ese nombre me paraliza. ¿David? ¿El hombre muerto en el agua es David? Entonces quién diantres es… diablos, Edward, el maldito violador está frente a mí, con vida. Iba a dejar atrás a quien realmente tenía que matar.

Mientras estoy en una especie de shock, siento que me elevo por los aires. Edward me lanza hacia el muelle, muy cerca del agujero donde había caído su hermano.

Por el sonido y el impactante dolor, percibo que un par de costillas se me han roto. Edward viene apresurado hacia mí. Estoy prácticamente inmóvil. He estado en situaciones peores, definitivamente me estoy haciendo viejo. No moriré a manos de un idiota.

Estoy tumbado en el muelle, Hayes está a un metro de mí antes de saltar y acabarme. Con un rápido movimiento, y antes de que logre lanzarse encima mío, le clavo un cuchillo en el antebrazo. Los aullidos de dolor chocan y retumban entre los árboles.

Cae de rodillas haciendo rugir las tablas del muelle y apretando su antebrazo izquierdo con la mano derecha.

Giro y me incorporo lentamente de espaldas a él, en mi mano derecha sostengo con fuerza el puñal ensangrentado con que lo herí. Exactamente el mismo puñal con el que su hermano trató de matarme y que gracias al cielo cayó en el muelle lo suficientemente cerca de mí como para poder tomarlo y clavárselo a Hayes.

Muy despacio, elevo el cuchillo con manchas sanguíneas, estudiándolo, observando su brillo asesino, analizándolo siniestramente mientras oigo los gimoteos de un cerdo malherido detrás de mí.

Me percato de un movimiento a mis espaldas, Hayes se pone de pie dispuesto a terminar conmigo, volteo rápidamente en círculo sosteniendo el cuchillo y de un tajo le desgarro la camisa y el pecho. La sangre me salpica al rostro, enfundado en ira y limpiando mi mejilla con la manga de mi chaqueta, golpeo su cara con tanta fuerza hasta tumbarlo nuevamente.

Ahora soy yo el que amenaza su vida, soy yo el que está de pie con un arma frente a él, ahora soy yo la bestia.

-M-maldito-hijo-de per…

Me lanzo sobre él como un león sobre su presa, clavando el cuchillo en su estómago. Lanza un grito ahogado y sus ojos desorbitados e inyectados de sangre me miran, mientras yo tengo la mirada fija en él. Sus manos torpemente tratan de sostenerme los brazos.

Arranco el cuchillo seguido de chispas de sangre escarlata que brillan con la luz de la luna. Los ojos del sujeto están consternados. Recuerdo a cada segundo que es un maldito violador. Vuelvo a incrustar el cuchillo con más rabia que antes. Siento como una sustancia tibia recorre mi mano como una serpiente. Su sangre inmunda.

Elevo el cuchillo, hilos de sangre se elevan, la luna llena sobre mí recrea una terrorífica escena, vuelvo a atacar.

El puñal viene y va. Penetra y desgarra. Elimina.

Continúo apuñalándolo, poseído por la rabia y la repulsión. Sus lamentos sofocados hacen que frente a mis ojos destellen pequeños fragmentos de insoportables escenas, niñas rogando por sus vidas, niñas desesperadas, asustadas, heridas, abusadas, muertas.
Diez niñas, la inocencia de 10 niñas aniquilada en sus putrefactas manos, y Dios sabe cuántas más.
Me pregunto, ¿este excremento sintió compasión o cierto remordimiento al mostrarles el infierno a esas inocentes criaturas? No lo creo, noto como la cólera que arde en mi interior fluye cada vez que siento el metal lacerando su piel, desgarrando músculos y tendones, destruyéndolo.

Ahora soy yo la bestia.

Y aquel que se convierte en bestia, se libera del dolor de ser hombre.

Gorriones.




Erase una vez dos gorriones, juntos uno a lado del otro sobre una rama. Compartían todo el día juntos los dos, cantaban juntos, recolectaban juntos semillas de los árboles, hasta armaron juntos un pequeño nido de ramitas y hojas que tan cuidadosamente formaron para abrigar a 3 pequeños huevos. Un día el gorrión le dijo a la hembra, "Debemos partir, la comida está escaseando y si no encontramos semillas en los bosques lejanos y las traemos hasta aquí para reforestar a los árboles muertos o caídos, pronto no habrá qué comer. Muchos árboles se están secando, además, hay una brigada que hará el viaje." La gorrión al oír esto se asustó, no podía irse, no sin sus huevos, y trasladarlos consigo no era una opción. "No podemos, no ahora, no puedo dejarlos acá, además, este es mi hogar, nuestro hogar." Al finalizar la discusión, acordaron de que el gorrión emprendería el viaje en busca de nuevas semillas mientras ella lo esperaría junto a sus huevos.

Y así fue.

El primer día se sintió sola, triste e indefensa en ese enorme árbol, a pesar de que oía cantar a otras aves alrededor, pero a decir verdad, nunca le dio importancia, todo este tiempo sólo le había importado él.

Un fuerte viento sacudió las ramas, la gorrión se asustó e inmediatamente saltó encima de sus pequeños huevos para protegerlos. De repente una sombra mucho más grande aterrizó junto a ella, era un pájaro carpintero. “Hola, ¿te encuentras bien? Supuse que tenías ciertos problemas por el aire así que vine a ver si estabas completa… Por cierto, soy Teo.” Ella aún estaba asustada, pero intentó calmarse, además, el carpintero se veía amable y se le hacía de cierto modo familiar. “H-hola, yo soy Zoca.” dijo tímidamente. “Sí, sé quién eres… solíamos volar juntos hace un tiempo atrás.” Y era cierto, Zoca logró recordarlo vagamente, cosa que era un gran esfuerzo porque desde que conoció a su compañero gorrión, olvidó todo su pasado, ya que para ella ya no era importante. “¿Necesitas compañía?” preguntó Teo. Zoca se ruborizó y con timidez asintió con la cabeza.

Resulta que Teo tenía su nido justo en frente del de Zoca, pero como era de esperarse, ella nunca se había percatado de ese detalle, cosa que explicaba por qué el carpintero sabía tanto de ella, a veces la observaba desde su rama.

Casi de inmediato, ambos entraron en confianza, inclusive, según el carpintero, ya habían sido amigos tiempo atrás, hecho que a Zoca le costaba recordar, pero no dudaba de que quizá fuera verdad.

Al principio Teo le hacía compañía, conversándole y oyendo las hazañas y pericias que el gorrión macho había hecho junto a ella, a pesar de su frágil memoria, a él no podía olvidarlo.

En los días siguientes, Teo tuvo el gesto de llevarle trocitos de fruta, Zoca se lo agradeció mucho, ya sentía un cariño especial hacia él, al grado de sugerirle que la lleve hacia donde encontró los frutos, él encantado aceptó.

Teo hacia buen tiempo que no regresaba a su propio nido, a pedido de Zoca que necesitaba su compañía durante el día y cuidado por las noches. Cada vez mencionaba menos al gorrión macho, y poco a poco los lamentos por su partida se fueron silenciando.
Zoca era quién ahora sugería volar juntos hacia otros árboles e incluso juguetear entre los arbustos, hace tiempo que no lo hacía ya que su prioridad había sido recolectar comida y cuidar de sus huevos. Teo estaba encantado de acompañarla, sobretodo porque había recuperado a una muy buena amiga del pasado.

Los rayos solares se filtraban meciéndose entre las hojas de los árboles, la vegetación estaba más verde que nunca y Teo recolectaba pedacitos de frutas que caían maduras en su pequeña bolsa que elaboró con hojas secas, para llevárselas a Zoca. Pero no pudo llegar a su destino. Se detuvo en una rama a pocos metros de donde estaba ella, junto al gorrión.

En los últimos días, varias aves estaban regresando a sus hogares, y Teo olvidó que el gorrión también lo haría muy pronto, y al parecer más pronto de lo que pensaba.

Zoca llenaba de pequeños piquitos al recién llegado, emocionada por su regreso. Él, con cierta solemnidad, depositaba el bolso que llevaba en su espalda llena de semillas.
Teo no quiso interrumpir la escena y decidió regresar a su árbol luego de bastante tiempo ya, apenado por lo que había visto, no la culpaba, pero su estado de ánimo contrastaba demasiado con el hermoso panorama primaveral.
Al día siguiente, escuchó un aleteo y se percató que el gorrión se había ido a recolectar semillas y a sembrar algunas. Teo aterrizó junto a Zoca y sonriéndole le entregó el pequeño paquete con frutas, Zoca no se notó tan entusiasmada con el detalle como las anteriores veces y lo único que hizo fue limitarse a agradecerle y colocarlas dentro de un hoyo en el tronco.

Teo la invitó a visitar juntos un pequeño arroyo que había encontrado muy cerca de ahí, pero inesperadamente Zoca se negó. “Lo siento, él ya vendrá y si no me encuentra aquí se preocupará, además, tengo que cuidar a mis huevos, lo lamento…”

Teo se quedó en silencio por un momento, observándola con tristeza, mientras ella daba pequeños saltitos acomodando el nido. “Bueno, yo… será otro día entonces, tengo que irme.” agregó Teo. “Quizá.” respondió ella distraída. Teo se despidió inclinando la cabeza y con un lento y melancólico aleteo se marchó de ahí. Sabía que ese “”quizá” era una probabilidad nula, ella ya no lo necesitaba más. Él la había perdido de nuevo, y lamentablemente, ella nunca más volvió a necesitarlo.


R.


....


Hace dos noches atrás estaba yo realmente mal. Bueno, no tanto, pero lo estaba. Ya saben, esas cosas que te pasan y te dejan pensando creyendo a veces que eres un tonto, o que la otra persona lo es, o que simplemente que la vida es una ruleta de ironías. Quería desahogarme, expulsar de una buena vez lo que atascaba la garganta de mi alma impidiéndome respirar en paz, y no se me ocurrió mejor idea que escribir un pequeño cuento, una parábola. Lo terminé en menos de una hora y sólo escribiendo lo que mi mente me disparaba, lo que tenía dentro, así que lamento si quizá la narrativa o la historia (o qué se yo) no está tan pulida, pero ya les expliqué el por qué, además tenía que escribirlo rápido, para que el sentimiento no se esfume y ya no poder poder reflejarlo en unas cuántas palabras, en un intento de cuento.

Si llegas a captar la intensión de esta lectura, quizá sentirás que esto te ha pasado antes, y que alguno de estos tres personajes silvestres te están interpretando. En ese caso, sólo me queda decirte que... lo lamento mucho.

R.

Viñetas de mi Vida IV - Carteles


Luego de años de exilio, vuelve la sección "Viñetas de mi Vida", cuarta entrega.

Que levante la mano a quién nunca le tocó "enamorarse" de una de ellas sin cartel.


Lluvia.




Está lloviendo.

El día es oscuro, las gotas caen con violencia y revientan en el suelo como bombas de guerra.

Las nubes grises decoran el cielo fúnebre. Todo está nublado, oscuro, perdido. Las calles, la gente, el mundo.

Lo sé, lo observo tras mi ventana. Soy uno de los pocos, quizá el único, apoyado en el vidrio donde las gotas se deslizan como perversos reptiles. Los demás tienen las cortinas cerradas. Soy uno de los pocos, quizá el único, que soporta una vista así.

Como presenciar la más triste película en blanco y negro, las calles cubiertas de una espesa melancolía se asemejan a una ciudad fantasma, abandonada.

El silencio de las urbes es interrumpido por los pequeños chillidos y lamentos de la gente corriendo entre la pesada lluvia. Se esconden donde pueden, bajo edificios, en sus casas, cubriéndose con sus chaquetas, evitando de cualquier manera el bombardeo acuático.

Por un momento llego a pensar que no se trata de una lluvia normal; es un ácido mortal. La desesperación de la gente por escapar de las inmensas gotas que golpean sus rostros es inquietante.

Para mi sorpresa, entre toda esa gente, distingo a un grupo pequeño; algunos miembros de las familias más adineradas de la ciudad corren junto a los demás. Las mujeres tienen el costoso maquillaje diluido sobre sus mejillas, dándoles un aspecto tenebroso, como si de un llanto amargo se tratase. Si el maquillaje ayuda a resaltar la belleza de una mujer, en este caso las hacía grotescas. Los hombres, tienen empapados sus mejores trajes, echados completamente a perder. Ya no irradian ese selecto buen gusto y glamour que alguna vez tuvieron. La lluvia moja su soberbia.

De repente, algo más me sorprende. Entre todo ese alboroto, varios chicos salían de sus casas. Elevando los brazos esperando a que un río del cielo los bañe y cubra todo su ser.

En medio de la calle, una fiesta nacía. Chicos y chicas de toda clase danzan bajo la lluvia, riendo y disfrutando con los ojos cerrados cada gota que cae sobre su piel.

Entre todos los danzantes, hay 4 que no lo hacen, son mayores y miran a los demás como miran los encantadores de serpientes a sus reptiles.

Poco a poco la pequeña fiesta se convertía en un carnaval. El alcohol y cigarros se filtran entre la multitud. Chicos de todas las edades salen del refugio de sus casas a festejar con los demás.

Hasta que sucedió. Tarde o temprano me llegaría a mí. Dejaría de ser un simple espectador, para formar parte de ellos.

Varias chicas y chicos me llamaban a mezclarme con ellos y compartir la celebración.

Lo pienso, y obviamente no quiero mojarme. No quiero consumir el veneno que entre ellos corre.

Pero hay algo, algo muy fuerte que me impulsa a seguirles, a unirme a ese peligroso éxtasis masivo.

Sin percatarme, ya estoy lejos de mi ventana, con la mano en la puerta, dispuesto a salir. Giro la perilla, abro la puerta con mucho cuidado, pero un sonido me detiene, no soy el primero de mi calle en salir, no soy el primero en sucumbir ante la tentación y el retumbar de las risas y tambores invitándome a la celebración.
Se escuchan más voces allá afuera. Como si la conciencia helada me volviera al cuerpo, reacciono mirando inquieto a todos lados, cierro la puerta inmediatamente y cual roedor asustado retorno con prisa a mi ventana.

Varios amigos míos salían de sus casas y se acercaban con curiosidad. Sintiendo que eso era realmente lo suyo. Intentando encajar en ese mundo allá afuera.

La lluvia se torna algo extraña. Aquellas chicas que salieron de sus casas, muy hermosas y con bellos vestidos, ahora están empapadas y con las prendas rasgadas. Al parecer a los demás les gusta eso, las miran con deseo y se les acercan, ellas lo disfrutan y sonríen. Actúan raro, como si no les importara más nada.

Algunas chicas aún se resisten a ir, pero varias son llevadas a la fuerza, lo sé por sus gestos de incomodidad y sus sonrisas fingidas, y por las lágrimas que recorren sus pómulos e intentan limpiar sin que los demás lo perciban.

No estoy seguro en qué momento dejé de tener esa inquietante curiosidad que avivaba mi deseo de unírmeles, ahora su exaltada euforia planta en mí un miedo que brota desde mis entrañas y recorre mi pecho hasta presionar mi garganta. Esa extraña sensación de supervivencia diciéndome que unirme a ellos, sería mi perdición.

Sus embriagados gritos confunden la desesperación y el gozo, no sé si disfrutan lo que hacen o si les causa un profundo dolor. No sé si ríen o en realidad presionan sus dientes con dolorosa amargura. Sus ojos y gestos me hacen aferrarme con fuerza a las cortinas semicerradas. Tengo miedo.

Entre el tumulto, percibo un par de chicos que se han detenido, mirando desorientados a su alrededor. Han reaccionado. Volvieron en sí y se despojan de la algarabía que los devoraba. Como si hubieran visto al peor de los demonios, corren desesperados, intentando huir de aquel infierno. Quizá el demonio de la cruda realidad.

Uno de ellos es rápido y se abre paso entre los demás, pero el otro no consigue la misma suerte. Un grupo lo detienen y empiezan a rodearlo. Lo pierdo de vista.

A pesar de todo, algo vuelve a invadirme. Una presión insoportable que me obliga a dejarlo todo e irme con ellos. Unirme a sus gozos, a sus vicios, a sus placeres y tentaciones. Quiero dejarlo todo y ser parte de ese mundano séquito de hombres que cada vez aumentan más y más, ser parte de ellos y dejar de ser alguien diferente, ser uno más del montón. Quiero dejarlo todo y perderme.

Drogas, alcohol, sexo, cualquier cosa es válida entre ellos para saciar sus desesperadas ansias de placer. Olvidar a sus familias, olvidar el respeto, tratar a las mujeres como insensible ganado y objetos sexuales; cualquier cosa es válida para ellos.

Tengo una desesperada batalla interna. La tentación es demasiado grande y poderosa, mi fuerza de voluntad está por ceder. Pero nuevamente retorna a mí esa íntima sensación diciéndome que no habrá marcha atrás. Que una vez que la lluvia caiga sobre mí, quedaré empapado para siempre.

La batalla continua. La gente, mis amigos, todos me llaman. Un lado de mí sabe que no es correcto.

No sé si salir, y ser uno más del montón. O quedarme en mi casa y ser de los pocos que lograron vencer la tentación que el mundo nos rodea.

La batalla continua. Sigo perdiendo amigos. La lluvia ya dejó de ser simples gotas de agua turbia. Ahora es una tormenta.

La batalla continua. Mientras yo, sigo observando desde mi ventana.


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Hace algún tiempo (mucho tiempo) me sentía realmente confundido, preocupado, apenado por varios amigos míos que habían cambiado; atrás quedó esa inocencia tan nuestra y creyeron que madurar era hacer todas las estupideces que los adultos hacían. Tenía tantos sentimientos dentro de mí, tantas presiones que en cualquier momento rebalsarían y serían expulsadas por mis lagrimales, por mi mente, por mis acciones y decisiones. Como siempre, tuve la enorme necesidad de exorcizar aquellos demonios internos, desahogarme antes de quedar sin aliento, por lo que decidí escribir una metáfora muy obvia de lo que dentro de mí pasaba.

Hace pocos días, me dispuse a desempolvar este relato, sacarlo de aquél oscuro baúl del olvido y darle una nueva oportunidad. ¿Por qué? Porque volví a sentir esa extraña confusión, impotencia y miseria que sentí al escribir esto por primera vez. Mi alma se había estado adormeciendo y estaba cayendo en algo de lo que quizá nunca saldría.

Pulí el relato, quise retratar con exactitud lo que sentía, o al menos asemejarme a lo que siento. Como es obvio, cada lector reaccionará de diferente manera, unos comprendiendo lo que pasa, otros dejando la lectura por simple aburrimiento e indiferencia.

Si has llegado hasta aquí, felicitaciones, y muchas gracias por tu atención. Y recuerda, sólo tú decides mantenerte íntegro, o empapado para siempre.

R.

I'm Back.



Hace más de medio año que este blog ha estado en silencio. Hace medio año que ya no he posteado más cosas, que ya no he narrado mi miserable vida, que no he exorcizado mis demonios internos al escribirlos. Hace medio año que he tenido algo abandonado este blog.

Durante todo este tiempo me he llenado de muchas sorpresas. Descubrí en mi ausencia que habían personas que gustaban de leer las historias, tonterías, seudo-reflexiones y demás cosas que se me ocurrían escribir. Recibí mensajes pidiéndome regresar al blog (nunca me fui, solo estuve en coma), otros querían la segunda parte de algunas historias que he escrito por aquí, otros simplemente querían pasar un buen rato, reírse con mis tonterías y me pedían más. También recibí correos de defunción, y ofrendas florales. No, gente, no he muerto (¡Ja!) y a diferencia de lo que muchos pensaban, aún sigo con vida... Moajaja.

Habían muchas teorías sobre mi muerte o porque dejé de actualizar el blog. Unos decían que la defunción de mi pez me dejó en una profunda depresión, me encerré en mi cuarto y morí mordido por una enorme rata radioactiva que había estado mutando en toda la basura de mi habitación. Otros pensaron que simplemente me cansé de escribir, o que al muchacho al que le copiaba los posts me demandó junto a mi grupo de guionistas esclavos. Otras personas más realistas afirmaron que había sido secuestrado por un grupo de strippers y mujeres sensuales haciéndome su rey y esclavo sexual hasta la muerte. No, no tengo tanta suerte.

Lo cierto es que cuando tu vida se hace más interesante, menos posteas.

El año pasado sucedieron muchas cosas, muchas de estas me tuvieron ocupado y sin tiempo para actualizar el blog constantemente, esa fue la segunda razón por la cual dejé de postear. La principal fue mi pereza.

Estuve trabajando en un festival de audiovisuales, escribiendo guiones, saliendo a entrevistar a las calles, grabando cortometrajes, editando videos, haciendo documentales a última hora, estudiando, dando exámenes, copiándome, haciendo trabajos y tareas, vagando, haciendo alborotos, rebelándome, etc. Eso respecto a la escuela, respecto a mi vida, pues... No me quejo, me divertí, me enamoré, salía más seguido, me enamoré, fui feliz, me enamoré.

En realidad a nadie le importa mi conflictiva vida de adolescente, pero... al diablo! este es mi blog y seguiré contándola. =)

La navidad me la pasé bien, como siempre; año nuevo mucho mejor. Este verano sí que tuve VACACIONES en todas sus letras. Me acostaba tarde viendo televisión, alguna película o en la laptop robando internet del vecino. Me levantaba a las 12 o 1 pm, no hacía nada, estaba todo el día en pijama, sufría por amor (porque ELLA se fue de viaje -a una galaxia muy, muy lejana-). Y como me aburría tener una vida tan fácil, me matriculé en un curso de diseño corte y confección gráfico.

Y mi vida continuó así de fácil, envidiable y completamente insana.

Inauguré otro blog. Pero esta vez no se trata de otro diario virtual egocéntrico sobre mi aburrida vida, sino la pagina web oficial del club/studio/productora/compañía/organización/grupo de idiotas/logia/trinchera/pabellón/pandilla de REC FILMS.


Esto no significa que deje The R World de lado, Zona Rec Films es solo otro fruto de mi perversa y retorcida mente, otro hijo, otro monstruo que he creado, que se alimenta de mis locuras y las de mis compañeros. Visiten la web, se vienen muuchas cosas divertidas e interesantes que seguramente les gustará. Si no, pues, pueden ver jackass, es casi lo mismo.

Este es solo un mensaje de rebienvenida. Un reporte anual. Aburrido y serio como debe ser. Pero no se preocupen, mientras reposaba todo el día en cama, reflexionando sobre la vida y por qué los plátanos no hablan, fui pensando y preparado muchas cosas e historias interesantes para el blog. Esperando que sean agradables y divertidos para todos aquellos valientes y abandonados lectores que deseo volver a recuperar después de este tiempo de sequía.

Sin nada más aburrido que contarles, me despido por hoy, y ahora que ya he explicado mi ausencia, no dudaré en volver al ritmo de antes, posteando más historias que salgan de mi perturbada mente y narrándoles los infortunados hechos que en mi vida acontecen.

Gracias por esperar, gracias por seguir leyendo, gracias por comentar. Gracias Totales.

R.

The Day My Fish Died


Todos los días mueren millones de peces. Mueren devorados por bestias salvajes... y por algunos animales también. Mueren con petroleo, con veneno, con anzuelos, con redes, enfermos, por deshidratación, etc. Y a todos los mortales nos importa un bledo.

Pero cuando muere un pez que lo has criado por más de 5 años, las cosas cambian.

El 28 de Julio el pueblo peruano festejó las fiestas patrias, unos se fueron de viaje, otros a emborracharse, otros a reclamar y hacer disturbios porqué google no puso un doodle por fiestas patrias, otros estuvieron aburridos, otros se tuvieron que tragar todo el mensaje presidencial, otros perdieron sus dedos y yo: perdí a mi pez.

Ultima foto del difunto.

Tengo muchos peces, goopies, espadas, pirañas, nemos, etc. pero habían 2 escamosos que aunque no pasaba mucho tiempo con ellos (vamos, que no puedo acariciarlos ni peinarlos ni esperar que me traigan el periódico) eran los engreídos, 2 grandes goldfish que adornaban una de mis peceras. Hasta el fatídico 28 de julio.


Hace unos días, el goldfish que ven en la foto de arriba, sufrió una extraña infección. El 28 de Julio en la mañana fue puesto en un recipiente especial con diferentes medicamentos y rogándole a todas las estatuas de yeso y a Chuck Norris para que el pequeño pez se mejore.

Murió.

No tuve una relación muy estrecha con él (o ella) pero me dio tristeza...vamos, LO TUVE COMO 6 AÑOS BAJO MI TECHO Y DÁNDOLE ALGAS SECAS DE COMER!! Era como un hermano.

Hubiera aceptado el triste destino si es que el pez hubiera muerto de viejo, pero NO. Murió por una negligencia, una maldita negligencia que pudo haber cambiado el rumbo de las cosas y haber hecho que yo pasé un 28 de julio como todos los años: aburrido y sin muertes. Pero no, tuvo que morirse.

Mi tía es la que está mas pendiente de los peces y la que se encarga de ellos, la que les da de comer y les cambia el pañal. Y pues, al notar la infección, no puso al goldfish inmediatamente en cuidados intensivos. Y también fue culpa mía por no hacerlo yo mismo.

En fin, lo demás, ya lo conocen.

Pero no sólo se fue dejando tristeza en mi y en todos los que alguna vez conocieron a aquel callado y meditabundo ser, también dejó solo a su compañero de celda pecera. Quién sabe si fue su amig@, su novi@, su prim@ o su agarre, pero lo que si sé es que fue su compañero de toda la vida.
Y no es fácil perder a alguien que estuvo a tu lado por mas de 5 años.

El más afectado.

Nadie sabe cuando morirá, cuando será la ultima vez que giremos el reloj de arena de nuestra vida, cuando el hilo mortal se cortará sin el más mínimo aviso y nos iremos como un goldfish, quizá agonizando, o simplemente en silencio, dejando atrás a alguien que nos extraña, que nos necesita, a alguien que siempre nos recordará.

Quizá algunos dirán que soy muy dramático, sensacionalista, amarillista o simplemente cursi. Quizá tengan razón. Pero cuando pierdes algo que te acompañó por muchos años, y sabes que pudiste haberlo evitado, es doloroso.

R.


PD: Si quieres ver las fotos de la necropsia del goldfish publicadas en este blog o si no quieres semejante aberración, no olvides votar en la encuesta en la barra derecha.

PD2: El goldfish naranja, hasta la fecha sigue en el mismo lugar de siempre, arrinconado y sin querer comer.